Crónica: Las horas que no avanzan

Trailero tras trailero, la carretera detenida respira cansancio y frustración

Chihuahua-Camargo.- 25 de noviembre del 2025. La escena se repite a lo largo de varios kilómetros: tráileres estacionados, motores apagados, choferes recargados en las puertas o sentados en el borde del asfalto. El bloqueo agrícola que mantiene cerrada la vía ha convertido la carretera en un enorme pasillo inmóvil donde el tiempo se estira, se dobla y finalmente deja de tener sentido.

Son más de 40 horas detenidos. Al principio, cuatro, luego cinco, luego ocho… pero cuando el sol cae dos veces sobre el mismo punto, la espera se transforma en desgaste.

A un lado del camino, dos conductores observan el ir y venir de los pocos vehículos ligeros que logran cruzar por brechas improvisadas. Ellos no pueden hacer eso: pesan demasiado para cualquier camino de tierra, demasiado para cualquier alternativa.

Uno de los choferes, proveniente de Tijuana hacia Querétaro, baja con lentitud. Tiene el estómago vacío desde hace horas.

—Estoy aquí desde ayer a las ocho de la mañana —dice, con la voz opaca por el cansancio.

Le preguntan qué es lo que más le afecta. No duda.

—El hambre… más que nada. Ya no hay nada en las máquinas, ni galletas. Sí le estamos batallando.

Sus ojos siguen clavados en el horizonte, como si buscara señales de movimiento. Pero la fila permanece congelada.

A unos metros, otro conductor se acerca. Descargó en Chihuahua y regresaba a Monterrey, pero el bloqueo lo atrapó desde hace más de 30 horas. El hombre está fastidiado, pero todavía quiere explicar su punto.

—Todos estamos molestos —dice—. Entendemos que los agricultores peleen por lo suyo: por el agua, por el maíz. Se respeta. Pero al final de cuentas, el gobierno les va a dar solución a ellos. ¿Y a nosotros quién?

Levanta las manos, señalando su tráiler detenido.

—Si yo no meto viaje, ¿quién me paga? Nadie. Seguimos sin dinero, sin comer… prácticamente como secuestrados. Para adelante no puedes, para atrás tampoco. Nos encierran.

Algunos traileros aseguran que los bloqueos solo están deteniendo a las unidades de carga pesada. Que los vehículos pequeños, con más facilidad, encuentran cómo pasar. Ellos, en cambio, permanecen ahí, cuidando formar una fila ordenada para no bloquear a otros, incluso sacrificando su propia oportunidad de moverse.

—Si hubiéramos seguido la fila hasta el bloqueo, esto estaría mucho peor —explica uno—. Dejamos espacio para no estorbar y para que los coches encuentren salida. Pero al final, nosotros seguimos siendo los únicos afectados.

La tarde avanza sin prisa, igual que la desesperación. Algunos choferes caminan, otros intentan dormir dentro de la cabina, otros platican en pequeños grupos como si eso hiciera más ligera la espera.

Pero el tiempo no avanza. La carretera tampoco.

En medio del calor, del cansancio y del hambre, los traileros repiten la misma pregunta que nadie les responde:
¿Cuándo podrán seguir su camino?

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