Camargo, 24 de mayo de 2025. — La prolongada sequía que azota al estado de Chihuahua se ha convertido en una de las crisis más severas de los últimos tiempos, afectando no solo al campo y a las fuentes de agua potable, sino también a la salud pública. Infecciones respiratorias, gastrointestinales y un aumento considerable en los casos de alergias se han convertido en el día a día de miles de chihuahuenses.

Este fenómeno climático extremo ha puesto en evidencia la falta de planificación y respuesta efectiva por parte de los gobiernos estatales y federales. En esta década, los y las mexicanas —especialmente quienes habitan el norte del país— están pagando las consecuencias de más de tres décadas de mala administración, indiferencia y políticas públicas ineficaces.
Chihuahua, uno de los estados históricamente más afectados por la escasez de agua, enfrenta hoy un escenario alarmante. Los actuales gobernantes, lejos de presentar soluciones concretas, parecen no comprender la magnitud del problema. No hay estrategias claras, no hay coordinación entre autoridades, y mucho menos acciones de fondo que atiendan las causas estructurales de la crisis hídrica.
La población, mientras tanto, enfrenta una realidad cada vez más dura: cosechas perdidas, ganado sin alimento, cuerpos de agua desapareciendo, y hospitales saturados con enfermedades relacionadas directa o indirectamente con la sequía.
Lo más preocupante es que esta situación parece no tener fin próximo. El cambio climático ha intensificado la frecuencia e intensidad de las sequías, y todo indica que, si no se actúa de manera inmediata y con visión de largo plazo, Chihuahua enfrentará consecuencias irreversibles en su ecosistema, su economía y su tejido social.
Es urgente que las autoridades de todos los niveles reconozcan que estamos ante una crisis ambiental, social y de salud pública. Y más urgente aún es que la sociedad civil, las organizaciones ambientales y la ciudadanía en general exijan respuestas, acciones y, sobre todo, soluciones reales.